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El viernes pasado, sus cenizas regresaron en una urna a Guatemala; ella es una de las 19 víctimas que masacraron y calcinaron en Camargo.
Santa Cristina García Ramírez estaba a punto de cumplir 20 años de edad, soñaba con cruzar la frontera rápido, trabajar en Florida y pagar una deuda de 20 mil quetzales (unos 53 mil pesos) para que le regresar las escrituras que empeñó en su país. El viernes pasado, sus cenizas regresaron en una urna a Guatemala. Ella es una de las 19 víctimas que masacraron y calcinaron en Camargo, Tamaulipas.
El viernes, los restos de la joven llegaron a su tierra, el municipio de Comitancillo, en el departamento de San Marcos, ubicado a unos 100 kilómetros de la frontera con México. Ahí le lloraron sus padres y sus hermanos.
#EFETV | Familias de guatemaltecos calcinados en México los inhuman 7 semanas después. pic.twitter.com/WSq3cVo8RQ
— EFE Noticias (@EFEnoticias) March 14, 2021
Una historia de Fredy Martín Pérez, publicada en Chiapas Paralelo, narra, que durante los últimos meses de 2020, la joven trabajó en una tienda de Zacapa, Guatemala; se atormentaba porque con el salario que percibía difícilmente podía ayudar a sus padres para operarlos de los ojos y pagar la cirugía para corregir el labio leporino a su hermanita Ángela, de un año y cuatro meses de edad. Soñaba con construir con una casa de cemento.
Aunque sabía de algunas tragedias que habían ocurrido a sus paisanos en territorio mexicano, ella tenía la esperanza de llegar a Florida, donde la esperaba una joven como ella con la que a veces conversaba y le contaba que en una sola hora de trabajo se podía ganar entre 10 a 12 dólares, que es casi el salario de un día en Guatemala.
Con esa ilusión, a finales de diciembre, Santa Cristina habló con su padre Ricardo para decirle que se iría a buscar trabajo a los Estados Unidos; el problema era que no tenían para pagarle al «pollero», sin embargo, horas después el señor empeñó las escrituras de su casa por 20 mil quetzales (unos 53 mil pesos mexicanos). Era el adelanto para el «pollero», suficiente para cruzarla.
Con ese dinero, Ricardo le compró a su hija algunas prendas de ropa, una mochila y un teléfono celular. La mañana del 12 de enero, la joven llegó acompañada de su padre al centro de Comitancillo para esperar al «pollero» que los llevaría a México y luego a Estados Unidos.
Esta mañana fueron repatriados los cuerpos de 16 inmigrantes guatemaltecos que fueron calcinados en Tamaulipas, México. Los cuerpos llegaron a la Fuerza Aérea Guatemalteca. @PublinewsGT @EmisorasUnidas pic.twitter.com/VHy4kNMm6T
— Omar Solís (@noel_solis) March 12, 2021
Minutos después aparecieron su primo Anderson Marco Antulio Pablo, de 16 años, y el joven Iván Gudiel Pablo Tomás, de 22 años. Se despidió de su papá.
Antes de subirse al vehículo, Santa Cristina le dijo a su padre que aunque ella sabía de las tragedias que le habían ocurrido a algunos de sus connacionales, en su tránsito por México, a ella no le pasaría nada y prometió que intentaría trabajar de día y noche, con tal de pagar la deuda y luego reunir el dinero para operar a Ángela.
Cuando cruzó la frontera Guatemala-México, la joven se comunicó a su casa en Tuilelén, para decir a sus padres que ya iba a salir rumbo a la frontera norte, pero la segunda ocasión que se llamó, desde Puebla, contó que habían sido asaltados por un grupo de delincuentes.
Su hermano Óscar García asegura que Santa Cristina mandó un audio por WhatsApp el 20 de enero, para decir que a «sus compañeros», los que iban con ella, los «estaban asesinando». La versión oficial de las autoridades mexicanas es que la masacre ocurrió el 22 de enero.
Zaidi Aguilón recibe en el estadio de Comitancillo el cuerpo de su esposo Ivan Gudiel Pablo Tomas, uno de los 16 migrantes guatemaltecos que murieron calcinados en Tamaulipas, México. #efefotos pic.twitter.com/RSc20Uib52
— Biba (@estebanbiba) March 13, 2021