Para millones de mujeres en el mundo la menstruación es algo normal –quizá molesto– con lo que deben lidiar cada mes. Para muchas más, especialmente cuando son niñas, sus periodos no sólo son incómodos, sino que por falta de recursos se convierten en una carga, una dificultad que se interpone en su vida normal y las excluye socialmente y –a futuro– económicamente.
Es el caso de muchas niñas africanas que no tienen acceso a productos de higiene femenina para manejar sus periodos mensuales y terminan usando lo que tienen a la mano: trapos, paja seca, y trozos de tela gruesos que les pueden causar llagas en las piernas puedes por lo general deben caminar varias horas para llegar a la escuela. Muchas veces, por temor a manchar sus uniformes, se quedan en casa y faltan 4 o 5 días a la escuela. Este drama se repite cada mes.
Diana Sierra, una diseñadora industrial colombiana, está decidida a cambiar eso, para que las niñas vivan con dignidad, se eduquen más y mejor y sean más productivas.
Según cifras de Unicef, 1 de cada 10 niñas africanas en edad escolar falta al colegio o se retira completamente de la escuela por asuntos relacionados con su menstruación.
Estas niñas no pueden darse el lujo de perder ni un día de educación. De acuerdo con la organización Girl Effect, “si una niña va al colegio por más de siete años, se casa más tarde en su vida y tiene menos hijos. También será más probable que posponga tener relaciones sexuales, que sea menos propensa a que la obliguen a tener sexo y, si es sexualmente activa, es más propensa a usar métodos anticonceptivos. Una niña educada aporta al Producto Interno Bruto de su país y es esencial para sacarla a ella, a su familia y a su comunidad de la pobreza”
Sierra conoce de primera mano el valor de la educación. Nació en Santuario, Risaralda, una pequeña población de 15.000 habitantes en el centro-occidente de Colombia. Cuando se graduó del colegio pudo acceder a una beca para niños de bajos recursos, lo que le permitió estudiar en la Universidad de los Andes en Bogotá.
“Todo lo que soy y todo lo que tengo, todo lo que forjé, se lo debo a mis estudios”, dice Sierra conmovida, afirmando que la educación es una de sus pasiones, además del diseño.
Sierra llegó a diseñar productos para Panasonic, Nike, Hewlett Packard y más. “Sentí que había cogido el cielo con la manos. Yo vengo de un pueblo pequeñito, nosotros no tenemos semáforos, es muy rural, y no se me ocurrió jamás que iba a estar trabajando en un estudio en SoHo en Nueva York”.
Pero un día cambió la tecnología por los calzones y las toallas higiénicas.
Durante su maestría en Columbia fue a hacer su pasantía en Uganda con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y allí, mientras trabajaba con campesinos caficultores, se dio cuenta de que había niñas en el grupo porque habían faltado tanto al colegio durante sus periodos que tuvieron que salirse y dedicarse a trabajar.
“Supe que tenía que hacer algo. Y me dije: ‘Bueno, yo no soy política, ni experta en salud, soy diseñadora’. Entonces cogí una toalla higiénica y dije: ‘La voy a hackear’”.
Sierra creó así su primer prototipo con los materiales que tenía a la mano: un producto hecho de tela de mosquitero y el material del que fabrican las sombrillas.
En términos sencillos imita las características principales de un producto sanitario de este tipo: por una parte tiene un material impermeable, del otro una malla de tela. El producto tiene un espacio que las niñas pueden rellenar con el material que prefieran, y como una toalla higiénica, tiene alas, pero en lugar de adhesivo tienen botones que permiten ajustarlas a la ropa interior.
“Eso funcionaba muy bien, pero había lugares a donde llegábamos en los que las niñas nos decían que no tenían ni siquiera ropa interior para ponerse la toalla”, recuerda Sierra.
Sierra creó un el segundo producto: panties con un bolsillo integrado y los mismos materiales impermeables.
“Las niñas pueden ir a la escuela, atender a clase, concentrarse, aprender y volver a casa sabiendo que no van a tener una mancha de sangre, van a estar seguras, limpias, tranquilas, les damos independencia y dignidad”, afirma.
Así nació Be Girl, la empresa que fabrica estos productos y que comenzó como un proyecto personal de Sierra en 2011. De la mano de su socio, el ecuatoriano Pablo Freund, se convirtió en un emprendimiento en 2014 después de que un inversor quiso financiar su proyecto después de enterarse de lo que hacían a través de un artículo en el Huffington Post.
Actualmente los productos llegan a 12 países: Uganda, Malawi, Tanzania, Ruanda, Malí, Jordania, Marruecos, Islas Salomón, Georgia, Etiopía, Somalia y ahora en Estados Unidos.
FUENTE: VERSIONES