Profesores de la sección 22 casi fueron linchados al asistir a sepelio

Profesores de la sección 22 casi fueron linchados al asistir a sepelio

A los varios cientos de profesores de la 22 que llegaron al sepelio de Jovan Azael Galván Mendoza de 18 años de edad, nadie los quería ver en ese evento: ni los amigos, ni los familiares, ni los vecinos… Nadie.
 
Pero ahí estaban con el rostro contrito y casi a punto de gritar sus consignas.
 
Es más, los primeros, jóvenes de entre 16 y 21 años de edad, fueron más frescos y sin guardar las formas pues “estos maestros no nos merecen el menor respeto”, tomaron sus dibujos a colores de muñecos infantiles que habían colocado en el ataúd blanco, puesto en la calle, los enrollaron y se fueron.
 
“¿Por qué se van?” Les alcanzó y preguntó el reportero. Uno de ellos el más chico, volteo y respondió indignado, “¡no queremos a los maestros que están aquí con nuestro amigo…”.
 
Algunos aludidos, alcanzaron a voltear el rostro. Una de las amigas de Jovan,  dijo espontanea “ellos lo mataron…”.
 
No se refería a la bala que le atravesó, alrededor de las 8 de la noche del domingo pasado, abajo de una tetilla, tocó el corazón y llegó al pulmón, no, sino al “desmadre” que ocasionaron mentores y policías ese infausto domingo.
 
El segundo desaire a los profes de la 22 que llegaron con el rostro contrito, con las consignas que les quedaron apretadas en los labios, cajas de víveres y sus dineros que por delegaciones magisteriales, juntaron para los deudos, vino de un vocero de la familia.
 
Éste, al terminar una oración cristiana en la calle les agradeció de manera pública su presencia, pero les pidió que se retiraran. Fino, argumento que los padres, Alejandro y Guadalupe Rosalía, querían un sepelio, entre los suyos.
 
Y por si no estaba claro, remato “gracias por venir: se pueden retirar”.
 
Pero no fueron los únicos. Una vecina del 108 de la calle Manuel Ávila Camacho, dijo “¡Qué bueno, ya parecía mitin!”.
 
Poco a poco los maestros se retiraron, se largaron de la colonia Guadalupe Victoria, situada en una zona pobre de la capital oaxaqueña.
 
“No era un vándalo…”
 
El padre de Jovan, dijo, antes de que los profesores como si estuvieran en su casa, corrieran a reporteros de una televisora nacional que su hijo no era una vándalo, que no participo en la refriega del domingo, que él era inocente, que por qué lo mataron, que era un chico con ganas de vivir y que era muy trabajador…
 
“Esto fue una injusticia…”, remató.
 
Ese domingo por la noche, Jovan apenas iba a comer en el taller de transmisiones automáticas, donde trabajaba. De sandalias y con el torso desnudo fue por dos niños que estaban saliendo del establecimiento. De repente…
 
Una bala perdida, o no, lo tiro. “Lo mató…”, dice su padre. De ese lado donde esta el taller, sobre la autopista México Oaxaca en la Agencia de Trinidad de Viguera en la capital, todo estaba con barricadas, sin ambulancias. “Se murió…”, dice uno de sus amigos.
 
Jovan, tenía en el bíceps derecho el tatuaje de un corazón y el nombre de Rosalía. Nombre de su madre.
 
“En los medios y redes lo han tratado de vándalo, solo porque llevaba un tatuaje”, dice el padre. Coinciden sus amigos.
 
Jovan, fue velado en un cuarto pequeño de su casa de lámina de asbesto. Estudio la telesecundaria, trabajaba para mantener a su familia pues su padre es desempleado. “No era maestro, no era vándalo, le gustaba el rap. No queremos a los maestros aquí…”, dijo uno de sus amigos.
FUENTE: OAXACA  POLITICO

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