El caracol gigante africano también representa un riesgo para la salud de los humanos al ser un huésped de parásitos que habitan en su baba.
Alrededor del planeta existen un sinnúmero de hermosas e importantes especies animales que logra mantener un equilibrio ecológico, sin embargo, existen otras que, cuando son introducidas a un ecosistema distinto pueden provocar grandes problemas y convertirse en una plaga.
Justo eso ocurre con el caracol gigante africano (Achatina fulica), un enorme molusco originario de África que cuenta con un sinnúmero de particularidades más allá de su tamaño, y es que esta criatura es una especie hermosa, con un caparazón marrón y rayas claras, que puede llegar a medir los 30 centímetros.
Este caracol está activo durante la noche y duerme durante el día después de enterrarse en el suelo. Como todos los caracoles que tienen caparazón, lo utiliza como escudo de protección. Los tonos marrones del caparazón también le ayudan a camuflarse.
A pesar de ser muy atractivo para coleccionistas, este invertebrado debe ser tratado con cautela, pues es considerado una de las cien especies exóticas invasoras más dañinas del mundo, pues es capaz de desplazar a poblaciones de caracoles endémicos y ser un potencial depredador de flora nativa.
El riesgo de este molusco radica en que coleccionistas lo han trasladado a diferentes partes del mundo, aunque también de se ha dispersado de forma involuntaria, pues se adhiere fácilmente a vehículos, plantas, superficies y cajas de cosechas.
Además, su condición hermafrodita propicia su reproducción a gran velocidad, debido a que pueden llegar a tener cinco o seis puestas en época reproductiva, en promedio, con 100 huevos cada una.
Y aunque su apariencia es inofensiva, a pesar de su tamaño, y es que nunca deja de crecer, el caracol gigante africano también representa un riesgo para la salud de los humanos al ser un huésped de parásitos que habitan en su baba.
Las secreciones de este invertebrado contienen parásitos letales, uno de ellos, el gusano pulmonar de rata (Angiostrongylus cantonensis) que puede afectar sistema nervioso central humano y causar meningitis, así como otras enfermedades que pueden ser letales para los humanos.
Las larvas de este gusano, que esparce este molusco, pueden infectar a las personas a través de prácticas tan comunes como llevarse las manos a la boca después de tener contacto con su baba, o por la ingestión de frutas y verduras contaminadas por su secreción.
De acuerdo con especialistas, en caso de toparse con uno es necesario evitar tocarlos directamente. El contacto ha de realizarse con guantes desechables para no entrar en contacto con las babas de caracol.
Así mismo resulta primordial lavarse las manos muy bien y desinfectar las superficies que el invertebrado haya tocado.
Este molusco ha logrado instalarse en Asia, Oceanía, Europa y América, en este último, se ha detectado su presencia en países como Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela. En Chile, este año se identificó su presencia, mientras que México se salva, al menos por el momento, aunque si es considerado de alto riesgo.
Con información de: Excelsior