«Buchanan`s, chichifli y Candela», una historia de sustento a cambio de trabajos sexuales en los Tuxtlas

«Buchanan`s, chichifli y Candela», una historia de sustento a cambio de trabajos sexuales en los Tuxtlas
Hubo un tiempo, cuando los hombres la miraban con deseo, un tiempo en el que ella, la dama de la noche, tuvo que aprovecharse de esas miradas para buscarse el sustento. La llamaremos Candela, porque si algo ha tenido su vida es eso, en los buenos y en los malos momentos
 
POR VIRIDIANA REYES CRUZ
 «No todos quieren cogerte, algunos sólo quieren platicar, a veces no sé qué es peor, que te usen y se vayan o que te cuenten su vida y sus problemas por largo rato, si supieran que una tiene más que ellos y que ni siquiera los oigo, sólo quiero que termine la hora…»

Tenía los ojos enrojecidos por el humo del cigarro, la verdad es que había parado de llorar, ya llevaba más de una hora esperando el pago por un servicio. El cliente que la buscó para amenizar un convivio político quería que se quedara hasta el amanecer, pero Candela tenía tres pendientes, sus hijos.
 
Ella es de Alvarado, la tierra donde la homosexualidad no es tabú, pero a pesar de que toda la región sur del estado de Veracruz cataloga a las mujeres de ese puerto como «cabronas», no todas llegan a meterse en el mundo de la prostitución por gusto. La necesidad siempre está detrás de esa decisión.
 
LA PRIMERA MENTIRA
 
Candela, como le dicen los seres de la noche, nació el 10 de enero de 1976. Hija mayor de cuatro hermanos, de madre ama de casa y padre, pescador. Recuerda que casi siempre comían productos del mar.
 
Cansada de limpiar a diario mariscos y pescado para vender, a los 14 años se enredó con David (así pide que le llamen) un ‘chavito de dinero’, que en aquel entonces se fijó en los muchos atributos de Candela.
 
La enamoró con ropa y cenas en cualquier otra cosa que no fueran mojarras. La liberó por algunas noches de la carga de cuidar a sus hermanos menores mientras su madre trabajaba. Bastaron tres semanas para se fuera con él. Fue la primera mentira de amor que Candela conoció.
 
Un mes después, David se fue a Cancún con un familiar y Candela regresó a su casa con toda la pena, sin saber que estaba embarazada.
 
Los servicios de Candela son reconocidos y requeridos tanto en la zona de la Cuenca del Papaloapan, como en Los Tuxtlas, donde tenía los mejores clientes, gente de sociedad y hasta políticos, esos eran los mejor le pagaban.
 
NO ES CUESTIÓN DE GUSTO
 
A diferencia de los casos de trata de blancas donde secuestran a niñas y mujeres para meterlas en el mundo del sexo servicio, las que trabajan con Candela, hoy una experta () están «voluntariamente a fuerzas». No les quedaba de otra.
 
«Algunas la verdad entran por desmadre, les gusta el dinero fácil. Empezaron siendo novias, juego de unos y de otros hasta que cayeron en la cuenta que era mejor usar que ser usadas, aunque al final es un engaño. Otras, no tuvieron opción, a veces la necesidad es mayor que la dignidad y una vez que vemos en este oficio una posibilidad de darle de comer a nuestros hijos, pues nos quedamos. Ya cuando le entras, ya no tan fácil te toman en serio para otros trabajos, así que nos chingamos», reflexiona.
 
El dinero «fácil» para algunas jovencitas es muy atractivo, porque hasta ahora. cuenta Candela, saben a lo que van, nadie las obliga, nadie les quita su dinero, es de ellas lo que saquen por una noche.
 
Las que son solteras ocupan lo de una noche en ropa, celulares y en arreglarse el cabello, pero las que tiene hijos, como Candela, se ocupan de juntar los pesos para llevar el sustento a sus casas. Eso cuenta mientras recuerda el día que pensó definitivamente dejar el oficio.
 
LA NOCHE NEGRA
 
La habían invitado a una fiesta para cotorrear y le pidieron que llevara unas amigas.
 
Invitarla a una fiesta era sinónimo de que habría chamba, no hacía falta decirlo, pero no se imaginó que aquella negra noche, le harían el desaire de su vida desde que entró en ese mundo de zapatillas y minifaldas. Ese momento le hizo pasar toda su vida, sus 37 años de vida delante de sus ojos.
 
Delgada, chaparrita, de piel blanca, ojos grandes, con una gran sonrisa en el rostro y sinuosos pechos, Candela sabe que ya no tiene los 15 años que tenía cuando empezó en las andadas.
 
Ella como muchas en su profesión, es mejor actriz que cualquiera, ella vende placer, no preocupaciones ni amarguras. Las suyas se las traga sola, con Buchanan’s o cerveza, da lo mismo, igual saben amargas.
 
El lugar a donde llegó la noche del 12 de octubre del 2013 ya era familiar, un rancho extenso refundido en algún lugar de la Perla del Papaloapan.
 
-Tómate una de Buchanan’s», le dijeron a Candela, viniste a divertirte.
 
«Sonreía aunque por dentro estaba hasta la madre, ya tenía rato que no quería seguirle, pero tenía que pagar el último semestre de la carrera de mi hija, entonces a la chingada con todo eso».
 
Entre copa y copa de agua mineral con whiskey, las cosas subieron de tono, los hombres invitados al convivio pidieron «table dance». Las chicas se resistían para lograr un objetivo, una de ellas, «La Nena», pidió chichifli (nombre con el que llaman a la cocaína en Alvarado). «Así las chavas se animan», dijo.
 
El anfitrión de esa noche, a quien Candela se refiere sólo como «El Jefe» (un funcionario político de quien no quiso dar más detalles) mandó traer el «chichifli» para las muchachas.
 
Candela veía como luego de entrarle al polvo blanco ellas accedían a todo lo que les pedían. Eran tres muchachas de entre 17 y 21 años. Se derretían en el baile como los hielos en el vaso de plástico donde sirven el whiskey. En ese instante disfrutan los placeres que obtienen con sus mieles, ignorando que un día se sentirán tan hastiadas, como Candelase siente ahora.
 
FLORES DE UN DÍA
 
Sus cuerpos se contoneaban de un lado a otro enseñando sus atributos, cual carne selecta se exhibe en el mercado, que se mira y se toca para luego escoger.
 
Eran las 2:00 de la mañana, la habían agarrado desde las 8:00 de la noche. El jefe como le decían todos al anfitrión, se dirigió a Candela, ella regularmente era su chica. Candela sabía que ya era la «hora de la cogedera», pero para su sorpresa, «El Jefe» no la requirió a ella.
 
Lo deslumbró el riesgo y juventud, los pechos redondos, la piel suave y morena de «La Nena», quien para el hombre era carne fresca. Los 19 años quedaban expuestos, al igual que sus glúteos en un mini short.
 
Candela como nunca antes se sintió ofendida, pero aliviada. «La Nena» se fue con «ElJefe», así como se le iban a Candela los 3 mil pesos de esa noche.
 
Por desgracia y suerte dice Candela, el segundo al mando del jefe, vio en ella lo que le ha dejado el paso de los años, experiencia. «Ven conmigo preciosa», le dijo el hombre.
 
-¿Y tú qué quieres contestó ella.
 
-Qué crees que quiero, ese culo, arremetió el hombre sin titubeos.
 
Candela sólo se concentra en jadear para que terminen rápido, sabe que eso los hace sentir buenos amantes y no se pueden contener.
 
Mientras la dama de la noche está ahí, «cogiendo»; la otra, la madre, está lejos, con las angustias de poder darle estudios a su hija de 22 años. Candela espera que no tenga que pasar las necesidades de ella. Al final todas son flores de un día, se marchitan pronto.
 
Y su hijo con epilepsia, esa es otra preocupación, pero no hay tiempo para detenerse ahí. Debe actuar y seguir, moverse y asearse, porque nunca está demás otrocliente en espera, para llevarse otros pesos.
 
El turno termina. Candela quiere irse, ve como algunos de los hombres están dormidos, las chicas están un poco mal por tanto alcohol y droga. Las levanta para ir al baño. Hay que lavarse la cara para despejarse un poco, pero el jefe pide que se esperen un rato más.
 
Candela quisiera otros pesos, pero tiene dos almas que atender por la mañana, desde que regreso a su casa con el primer embarazo, su mamá le dijo que ella sola se haría responsable de las crías. «Nadie la mando a irse de puta», fue el látigo que salió de la boca de su madre.
 
Su padre murió de un infartó cuando su hija cumplió cuatro años y ella estaba embarazada del segundo hijo. Nadie podía ayudarla, porque en casa tenía otros hermanos menores.
 
Ahora Candela tiene que ver por sus hijos y su madre, a quien mantiene de lo que renegó un día, «la putería».
 
¿LA ÚLTIMA VEZ?
 
Ya casi eran las 4:00 de la mañana, tenía los ojos rojos de tanto llorar, las chavas preguntaban qué pasaba. Acababa de salir del baño donde demoró bastante rato, se lavó la cara y se fumó un cigarro para calmar el enojo.
 
Tenía más de una hora esperando el pago del servicio y el jefe seguía jodiendo con que me quedara, que luego iríamos con un amigo suyo, otro político de Los Tuxtlas que luego venía a las fiestas o que nos mandaba a buscar para sus pachangas. Después de tanta espera le dieron 10 mil pesos para repartir entre ellas cuatro.
 
-Ven aquí, le dijo «El jefe» señalando una maletita. Tengo un extra para la mamá de las pollitas. Ahora quería ahora tener relaciones con ella.
 
Candela como pudo se zafó. La humillación que había sufrido unas horas antes por parte de «El Jefe» le había calado. Como pudo invento pretextos, actuó rápido y le pidió al chofer del político, conocido suyo, que la llevara al entronque de Tlacotalpan con la carretera federal que conduce a Los Tuxtlas o bien hacia Alvarado.
 
Ahí estaban paradas las cuatro, Candela, La Nena y otras dos chicas en la parada de Arbolillo, una congregación cercana a la cabecera de Alvarado. Ahí las dejó el chofer, un autobús de Los Tuxtlas fue el vehículo de regreso a casa.
 
El dinero se repartió. Mil pesos para cada chica, tres mil para Candela y cuatro mil para «La Nena», quien esa noche se convirtió en la preferida de «El Jefe». Los 3 mil que de Candela, serían los últimos con ese político de la cuenca y quizás los últimos de su larga carrera como prestadora de servicios sexuales, pero no.
 
Antes de llegar a su casa la esperaba Tomás, un señor de unos 60 años que siempre la buscaba, al principio para tener sexo, pero luego se enamoró, ella así lo interpretó. La agarró desde los 22, aunque la conocía desde chiquilla, ya tenían largo rato en esa especie de relación.
 
BESOS EN LA FRENTE
 
A sus 60, Tomás ya no buscaba en Candela el fuego que antes le despertaba, sólo quería sus caricias y sus besos en la frente, más por cariño y para aliviar la soledad, que por otra cosa.
 
Él la ayudo muchas veces, cuando no caía ningún cliente, le daba hasta mil pesos sin el servicio al que ella estaba acostumbrada a dar.
 
Tomás le cuenta sus penas en la intimidad que dan las cuatro paredes del motel «Las Palmas». Él es viudo, no pudo tener hijos, el que adoptó como hijo se sirvió de él en su plenitud y se fue cuando pudo. Está sólo ahora, sus únicos momentos de felicidad y de cariño son con Candela, quien le hace mimos como agradecimiento a las tantas veces que le ayudó.
 
A veces, ella hasta disfrutaba platicar con ese amigo sincero, pero definitivamente esa no fue su madrugada.

No tenía ánimos de nada, sabía en el fondo que eran los últimos momentos que pasaba como mamá de las pollitas, como dama de la noche, pero aceptó ir con él.

Fue clara sólo le quedaba una hora porque iba a amanecer y tenía que ir a cubrir otro papel, el de madre.
 
«No todos quieren cogerte, algunos sólo quieren platicar, a veces no sé qué es peor, que te usen y se vayan o que te cuenten su vida y sus problemas por largo rato. Si supieran que una tiene más que ellos y que como esa noche ni siquiera los oigo, sólo quería que terminara la hora…»

 
 

 
*Sobre Viridiana Reyes: periodista veracruzana, estudió en la Universidad del Golfo de México, allá en la enigmática región de Los Tuxtlas tierra olorosa a caña, cedro y tabaco. Ha incursionado en radio y prensa escrita. Inmersa en este mundo de letras, oficio noble que le permite vivir cada día una aventura diferente.
administrator

Related Articles