En política no hay mentiras, pero tampoco verdades… todo es conveniencias de papalote, de barrilete, de cometa, donde nuestros políticos sueltan el hilo al gusto de sus intereses y a la sociedad nos queda sólo una cosa: mirar cómo nos rehiletean el papalote ante la expectativa de si caerá o se mantendrá en el aire… Comento esto por dos casos que ocurrieron en estos días respecto a Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Ahued… también les platicaré el caso de Rocío Nahle, pero en otro apartado que aunque no lo parezca, también habla de la verdad y la mentira. Vayamos primero con el caso de Andrés Manuel y sus dos “depas”.
He leído la justificación de los seguidores de López Obrador diciendo que los departamentos son de interés social en aras de disminuir el hecho de que “agarraron en la mentira” al candidato a la presidencia de Morena, algo así como una Ley de Hilaridad, por Hilario Ramírez Villanueva, ex alcalde de San Blas, quien confesó haber robado “pero poquito”, como si ello disminuyera su delito.
En el caso de López Obrador se juzga un comportamiento meramente moral o ético: negó ser propietario de unos departamentos y es más, todavía se atrevió a retar que si le comprobaban tal, le cedía los inmuebles a José Antonio Meade, quien lo exhibió como propietario de dos “depas”. Sean de interés social o tipo Casita Blanca, el asunto es que no dijo la verdad.
El problema no creo que sea el que haya ocultado la verdad López Obrador… el problema real, considero, es tratar de entender el porqué se dejó exhibir, cuál era el fin real que persigue el puntero para permitir ser exhibido como un mentiroso… dijera Arjona, en pocas palabras: el problema no es la mentira, sino el porqué miente.
El maestro Angel Lara Platas se cuestiona: “¿Valdrá la pena colgar de un micrófono el prestigio de persona honorable, así sea por una Senaduría?”
Recordé que hace poco, en un debate entre el candidato a Senador Ricardo Ahued Bardahuil y el vocero del PAN, José Manuel “el Chino” Siu Vargas, el panista señaló al empresario de haber sido cómplice de Javier Duarte por haberle aprobado la Cuenta Pública en todos sus años, mientras Ahued decía que eso era imposible, pues nada más fue diputado por tres años. En conclusión: Ahued tenía razón, pero también Siu, al exhibir la Gaceta Oficial del Congreso donde da testimonio de que el candidato de Morena sí aprobó al menos una cuenta pública de Javier Duarte.
Es cuando recapitulo la pregunta del maestro Lara Platas: “¿Valdrá la pena colgar de un micrófono el prestigio de persona honorable, así sea por una Senaduría?”
El caso de Rocío Nahle que les quería comentar, es el relativo a un video que circula donde alguien (no creo que sea un reportero o periodista) le pregunta a la candidata al Senado sobre su posición respecto a la demanda de unos padres de familia porque se abra una preparatoria en “Juquiapa”, municipio sacado de la manga del “entrevistador”. Vamos: ficticio.
Si bien, Rocío Nahle responde que se ha de apoyar a todos los jóvenes, el video pretende “exhibir” a la señora con el argumento de que, como es nativa de Zacatecas, no conoce los municipios de la entidad al no captar que “Juquiapa” es un “Macondo”. Si bien, se tratara de una broma, se entendería, pero la intención aquí, es clara: hacerla ver mal abusando de un micrófono, la buena fe de la política por atender a esta persona (que insisto: de seguro no es reportero o periodista) y la sorpresa, un elemento básico de los magos, ilusionistas y hasta estafadores. ¿Qué diferencia hay el caso de Rocío Nahle y los de Ahued y AMLO? Uno muy simple: A Rocío la sorprenden con una mentira; a Ahued y AMLO con la verdad… mientras, a empinar su papalote.