Aunque para los organizadores es difícil que admitan el fracaso de un determinado evento, sobra decir que desde la última edición de Cumbre Tajín y el que viene acercándose en próximos días, se ve a leguas de distancia una baja en la calidad.
¿El motivo? Los recursos: no hubo para pagar un buen cartel artístico en su edición 2016 y este año tampoco lo habrá. De hecho, desde la edición 2015 (cuando llegó Carlos Santana), Cumbre Tajín recortó lo que quizás se hubiese hecho desde un principio para ahorrar: gastos onerosos para medios de comunicación e invitados especiales que regularmente eran familiares de funcionarios gubernamentales.
De hecho, se comenta que la anterior administración dejó una deuda cercana a los 8 millones de pesos a distintos prestadores de servicios de la zona; que desde 2015 ya no quisieron los hoteleros dar fiado al Gobierno de Veracruz y por eso no cubrieron el hospedaje ni la movilización de periodistas y familiares de políticos. De igual manera, se supo que se recortó a más de la mitad el presupuesto para la última edición que sólo se realizó en tres días, a diferencia de los 5 que eran costumbre.
Hay que comentar que siempre ha habido una polémica respecto a que si Cumbre Tajín debería ser más un evento cultural o artístico. Hay voces en el sentido de que debería prevalecer lo primero, como una forma de respeto a las tradiciones de los pueblos totonacas de la región, antes que convertirse en un gigantesco foro a donde acude la gente para ver cantantes y grupos musicales.
En lo personal creo que ha sido bien equilibrado lo uno con lo otro. Si bien podría decirse que no se mantiene al 100% un ambiente místico, holístico, indigenista y folklórico, tampoco quiere decir que la cultura totonaca se pierda por completo. Lo que reluce, por ejemplo, para muchos turistas que abarrotan la entrada hacia la zona arqueológica, es precisamente el ritual de Los Voladores, así como otras danzas y expresiones artísticas que van desde los diversos talleres hasta la venta de artesanías en el parque principal llamado Takilhsukut. De las pirámides, ni qué decir, es uno de los mayores atractivos.
Hay que poner la Cumbre Tajin en una justa dimensión: aparte de un evento cultural, el festival también posicionó a Papantla a nivel internacional y mucho de eso tienen que ver los conciertos. Es lógico pensar que no habría los mismos visitantes ni derrama que hubo con Björk, Tool (primer concierto en México, donde se calcula hubo 60 mil personas), Santana, entre otros de talla internacional que han relucido en más de tres lustros.
Cumbre Tajín ha posicionado al norte de Veracruz en un plano más allá del localismo empobrecedor. Que hay gente que no entiende la espiritualidad ni la grandeza del Tajín más allá de los conciertos, debe haberla, pero tampoco es para satanizar lo que ya era un festival conocido a nivel internacional.
Lo que sí es que la Cumbre Tajín tendría que haberse ya independizado del Gobierno de Veracruz; ya para estas alturas debería haberse despegado del paternalismo gubernamental y tener un comité organizador no tan dependiente del gobernador en turno. Eso garantizaría continuidad y, por ende, calidad.
Tampoco podemos dejar de lado las palabras de Salomón Baz Baz, productor y fundador de la Cumbre, cuando explica el momento de la transición gubernamental: “Hace tres meses sólo había incertidumbre para Cumbre Tajín. Pero hoy, gracias a la petición de los pueblos indígenas, los hoteleros, los prestadores de servicios, las organizaciones sociales y la sociedad en general, puedo decir que Cumbre Tajín está en un muy buen momento como elemento cultural de cohesión social y detonante del desarrollo económico. Debo añadir que el proceso de incertidumbre que menciono no es exclusivo de Cumbre Tajín, sino denominador común de los festivales y las manifestaciones culturales del país. Todos, en enero o en diciembre, pasamos por ese momento de poca claridad”, expresó en entrevista del reportero Jorge Caballero para el diario La Jornada.
Lo anunciado para este 2017 -al menos para este autor- deja mucho qué desear: parece más el cartel del Carnaval de Minatitlán que el line-up de lujo al que nos tenía acostumbrados la Cumbre Tajín; pero también será interesante cuál será el resultado de ser el primer festival alejado del priismo que reinó durante más de 80 años en el Gobierno de Veracruz… ¿Quiénes irán? ¿Cuántos irán? ¿Costeará viajes el gobierno? ¿Lo usarán para capital político los chiqui-yunes y sus aspiraciones electorales?
A lo anterior súmese que una de las “cartas fuertes”, la cantante Gloria Trevi, hace algunos años estuvo involucrada en un caso grave de trata de blancas y pederastia, que metió al bote a su representante Sergio Andrade. Mala señal también fue el haber dejado fuera el proyecto Jarocho Power, que agrupa a bandas como Los Cojolites, Sonex, Los Aguas Aguas y Son de Madera.
Lo que sí es que prevalecen las costumbres: dedican un día de la Cumbre Tajín para el populacho, lo que inauguró el gobernador Fidel Herrera Beltrán cuando invitó por primera vez a Los Tigres del Norte. Interesante la inclusión de la lucha libre, que no deja de ser un espectáculo que ya ha convertido a los mexicanos en un estereotipo caricaturesco.
Lo malo: sigue la violencia (muy fuerte) en esa zona totonaca.