Dentro de la universidad ¿más peligrosa del mundo?

Dentro de la universidad ¿más peligrosa del mundo?

 
Polisemia|
Su mirada nos enfrenta desde lo alto de un espectacular. A veces es hombre; otras, mujer. A menudo, mientras esperamos el arribo de nuestro camión, nos detenemos a observar el poste de luz que está a nuestro lado y nos encontramos con el rostro de una joven que después resulta que estudió en nuestra misma secundaria. Una muchacha sale en el periódico porque un taxista la violó. A un estudiante de bachillerato lo apuñalan para robarle el teléfono. A alguien le avisan que encontraron a su hermano mutilado junto con otros 20 hombres dentro de una fosa. Una maestra no sabe cómo seguir con su clase porque la noche anterior tuvo que reconocer el cuerpo de su hija, acribillada después de haber cenado con ella.
Sí, es Veracruz. Apenas fragmentos de lo que para muchos no ha sido más que uno u otro suceso desagradable y para otros, un hito, uno de esos golpes que son como del odio de Dios ―diría César Vallejo―. Golpes que no sabemos, que no nos enteramos, pero derrumban de a poco. Iniciamos a caer en la desesperación y sólo lo notamos cuando descubrimos que salir de nuestro hogar nos resulta aprehensivo, cuando nos aferramos al celular como medio de esperanza: “Me avisas cuando llegues y cuando salgas”, “me mandas el número de taxi”…
Sí, es Veracruz. Y lo digo sin cifras ni porcentajes que me avalen, sin testimonios ni fotografías. Lo confieso de memoria porque hubo un momento en que las vivencias, las confesiones, los rumores y las noticias dieron lugar a que el estado dejara de ser remanso para volverse una especie de jaula. Lo digo como veracruzana que vive y se desvive aquí, por ella, por los otros que le importan y los otros que mueren, que son heridos o simplemente desaparecidos dejando apenas una estela de advertencia: “Después podrías ser tú. O él. O ella”.
Sin embargo, cuando me dicen que la Universidad Veracruzana es la institución más peligrosa del mundo me cuesta creerlo. Me cuestiono: ¿Cuándo me he sentido insegura dentro de mi facultad, en Humanidades? ¿O en alguna de la Zona UV? ¿Acaso en Medicina o en Pedagogía? Descarto de mi lista Psicología y el resto del estado por mi falta de experiencia viajera. Es cierto que “peligro” y “universidad” han sido palabras que han ido de la mano en mis años como estudiante, pero no precisamente porque ésta, dentro de sus límites físicos, sea una zona conflictiva, sino más bien por lo que a veces representa desplazarse hacia o desde allá. Me vienen a la mente varias experiencias relatadas entre clase y clase: “Un hombre desnudo me siguió hasta acá”, “vi a un hombre masturbarse en el camión”, “un chico me tiró la onda en la parada y después me sacó un cuchillo. Ya no tengo celular”, “Le dijeron que eran policías y lo subieron a un coche. Lo asaltaron y luego lo bajaron”. Aunque tampoco falta el peligro dentro de la infraestructura universitaria, con compañeros deshonestos o hasta maestros acosadores o corruptos contra los cuales nadie protesta porque los protege la antigüedad, el sindicato o el solo temor a no ser escuchados.
Fue Alasdair Baverstock, corresponsal británico en México para varias agencias de noticias, quien bautizó a la UV como la universidad más peligrosa del mundo. No puedo decir que este reportero haya equivocado del todo su percepción respecto a la inseguridad en el estado, pero sí que erró al poner los reflectores sobre la UV. Claro, tampoco se trata de canonizar a la institución, porque de que tiene sus fallas, las tiene. ¿Pero chikungunya? ¿En las residencias de estudiantes? ¿En cuáles? Los estudiantes no sólo estamos dispersos por la ciudad; además, los foráneos tienen que encargarse de buscar departamento por su cuenta, sin intervención de la universidad, a diferencia de las grandes instituciones estadounidenses y europeas.
Baverstock también habló de dificultades monetarias en la UV, las cuales según relata, han llevado a diversas huelgas de maestros, cuando quienes aquí estudiamos recordamos más emplazamientos que paros. Claro, están las huelgas de estudiantes de Humanidades que han llegado hasta a cerrar las instalaciones… Pero también están las redes sociales, los teléfonos, las cafeterías y los mensajes de los maestros o alumnos cercanos a éstos: “Nos vemos en tal sitio, a tal hora, para la clase del profesor…”. Y si bien es innegable que compañeros de otras facultades nos han señalado obras y mencionado cifras, sin que las cuentas cuadren, lo que el británico no menciona es que el dinero, o la falta de éste en la UV no es un tema que concierne solamente a la universidad, sino también al estado…
Y hablando del estado, ¿cómo es posible que Baverstock consigne en su artículo que el ataque a ocho estudiantes el pasado junio sea responsabilidad de la Universidad Veracruzana cuando entonces a quien la animadversión popular culpó fue al gobierno? Siendo que, además, días después de la espantosa agresión se sugirió la existencia de una lista negra que incluía a estudiantes y activistas supuestamente “riesgosos para las elecciones”…
Finalizo el artículo de Aldastair Baverstock con una sola certeza: es un reportero que sabe escribir y no puedo dudarlo. Sabe cómo manejar los hechos para provocar un efecto. No es casualidad que abra su artículo culpando a la UV del ataque de junio, ni que continúe señalándola de “una mala gestión de los residuos” que supuestamente ha provocado brotes de Chikungunya entre universitarios. De esa manera, pinta una universidad enemiga del estudiantado y además, irresponsable y débil ante el peligro de la naturaleza. Lo demás, tan solo es un añadido que sirve para dar fuerza al dramatismo que posiblemente haya sido aceptado en otras partes del mundo. ¿No somos, pues, Latinoamérica, el Nuevo Mundo, tierra de misterios, selvas y salvajes?
Es probable que aún nuestro país y los países vecinos sean vistos de esa manera en las naciones extranjeras. Quizás no en la totalidad de sus habitantes, pero no me resulta imposible suponer que sea parte del imaginario popular respecto a nosotros, así como lo son los sombreros, los burros y los nopales. Pero lo que no me parece es escribir y publicar medias verdades para ganarse un sueldo. Digo, no es que haga falta manipular los hechos para hablar de México o específicamente de Veracruz. Con lo que pasa y con lo que no se dice ya hay suficiente…
 
 

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