Don Diego, el chiapaneco que pide limosna en calles de San Andrés Tuxtla para sobrevivir

Don Diego, el chiapaneco que pide limosna en calles de San Andrés Tuxtla para sobrevivir
  • Ocho de cada diez adultos mayores sufren abandono, maltrato y pobreza en México según INAPAM.

San Andrés Tuxtla, Ver.
Por Sulamita Pólito Marcial / Luis Manuel Toto Pólito

¿Qué pasará por la cabeza de un anciano de 60 años?, ¿qué recuerdos traerá a la mente?, que penas cargará o cuál será su destino al viajar tan sólo con un morral sobre sus espaldas, guaraches, camisas de manga larga, pantalones recogidos, una gorra para cubrirse de la lluvia o el sol, y una pequeña tina para pedir limosnas.
Esta es la vida contada brevemente por don Diego, un trotamundo y hombre sexagenario a quien se le pidió ser entrevistado en esta ciudad cuando pedía limosna, y quien accedió a mostrar unas cuantas palabras por temor.
Lo encontramos en la calle Belisario Domínguez, frente al palacio municipal pidiendo unas limosnas a los conductores que detenían sus automóviles por el semáforo que se encuentra sobre ese sitio, y en cuanto nos vio, insistía en esconderse tras los automóviles, nos acercábamos con grabadoras reporteras y él se alejaba, vio nuestras cámaras y pidió no ser fotografiado.
Con el rostro invadido de tristeza, silueta flacucha, casi esquelética y una vestimenta que bailaba en aquel cuerpo de no más de 60 kilos nos regaló unos minutos.
¿De dónde es usted señor?, se le preguntó, de Tapachula Chiapas contestó temeroso, ¿hacia donde se dirige?, le insistimos, tan sólo enmudeció y con una mirada evadió cualquier respuesta.
Interiormente pregunté, ¿qué oculta don Diego? e insistí cuestionarlo sobre su destino: nuevamente no contestó, el hombre temblaba de miedo y con su mano derecha hacia movimientos de negación.
Luego nos dimos cuenta que él intentaba comunicarse a través de señas y con un dialecto poco entendible por no decir nada entendible, nos externaba: “soy un poco sordo”, al mismo tiempo que se tocaba los oídos.
Intentamos preguntarle sobre su familia y sólo alcanzó a responder somos cinco, mi familia y mis hijos, pero no abundó más.
Fueron menos de dos minutos de interrogantes imprósperas, insignificantes a la vista de la población sanandresana que también tiene a sus “viejos” deambulando por las calles pidiendo limosna y dando lastima, pero que son diferenciados rápidamente de los fuereños quienes traen actitudes y características distintas a los nativos.
Qué pasará en la vida de un anciano de 60 años que pide dinero para sobrevivir y que no distingue de barreras para trabajar, deambulando por las calles y arriesgando su propia vida a expensas de una moneda.
Observando su aspecto, nos preguntamos cuántos caminos habrá recorrido, en qué ciudades habría estado, a qué gente habrá conocido, cuál será su destino y su final con esa vida que lleva, al mismo tiempo que vimos se escabulló entre los automóviles, para dejar de ser cuestionado.
Importante hacer mención que a nivel nacional de acuerdo al Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), ocho de cada diez adultos mayores sufren abandono, maltrato y pobreza.
Mientras que, a través del mismo instituto, en el estado de Veracruz el cinco por ciento de veteranos son víctimas de abandono.
Los ancianos al ser desamparados sufren de violencia que los afecta en gran medida, por lo que suelen presentar enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión y osteoporosis, por mencionar algunas, tras la triste realidad que atraviesan, aunado a la etapa de vida en el que se encuentran.
 

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