El Sumo Pontífice presidió la misa en la basílica de San Pedro, además de la ceremonia de lavado de pies en una prisión en Roma
El Papa Francisco dirigió la primera de las dos grandes ceremonias del Jueves Santo al presidir una misa en la basílica de San Pedro, mientras continúa con una agenda de Semana Santa que pone a prueba su resistencia, días después de su ingreso hospitalario por una bronquitis.
La voz del Papa sonaba fuerte durante la misa, en la que leyó una larga homilía dedicada al sacerdocio. El pontífice argentino, de 86 años, recibió el alta hace cinco días en un hospital de Roma donde recibió antibióticos por vía intravenosa.
Los reclusos de una prisión de menores en las afueras de Roma esperaban al Papa para la misa y el ritual del lavado de pies, que conmemora la última cena de Jesús antes de su crucifixión.
Es el mismo centro penitenciario donde Francisco realizó el mismo ritual, un poderoso símbolo de humildad y servicio sacerdotal a los demás, poco después de ser elegido Papa en 2013.
Desde el primer momento, Francisco ha usado su papado para llamar la atención sobre quienes viven en los márgenes de la sociedad, incluyendo los reos.
Cuando salió del hospital el sábado, el Vaticano dijo que Francisco cumpliría con todos los actos de su agenda de Semana Santa, incluyendo el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma y la misa del Domingo de Pascua en la Plaza de San Pedro.
Durante la misa del jueves en la basílica, docenas de sacerdotes ataviados con sencillas sotanas blancas se sentaron frente a los católicos que abarrotaron el templo. Sin hacer referencia a los escándalos ni al encubrimiento por parte de la jerarquía eclesiástica, el Papa habló de crisis que afecta a los curas.
«Tarde o temprano, todos experimentamos decepción, frustración y nuestras propias debilidades. Nuestros ideales parecen retroceder ante la realidad, una cierta fuerza de la costumbre toma el poder y las dificultades que antes parecían inimaginables parecen desafiar nuestra fidelidad», dijo el Papa.
La ceremonia en la basílica incluye la tradicional bendición de ungüentos y la renovación de las promesas que los sacerdotes hicieron en su ordenación.
Destacando el espíritu de renovación que, según el Papa, necesita el sacerdocio, a los ungüentos se añadió este año perfume de bergamota procedente de árboles de terrenos confiscados a la mafia en el sur de Italia.
En sus comentarios improvisados durante la homilía, Francisco advirtió a los sacerdotes que no olviden ser pastores del pueblo.
Con información de: El Heraldo de México