El ruido del tren: Juan Javier Gómez Cazarín

El ruido del tren: Juan Javier Gómez Cazarín

 

Dicen los que saben de publicidad que uno de los riesgos de repetir un mensaje una y otra vez de manera interminable es crear en los receptores un efecto de habituación. Por muy contundente que sea una advertencia, si no es renovada, creará fatiga y terminaremos por no hacerle caso. Es como si después de un tiempo de vivir cerca de las vías, el ruido del tren terminara por no despertarnos a media madrugada.

Es tiempo de evitar que eso nos pase con la contingencia del coronavirus. Después de algunas semanas encerradas y encerrados en casa o saliendo de ella, con las medidas de seguridad adecuadas, parece existir una tendencia natural humana a empezar a desestimar el peligro.

Empezamos a pensar: si nadie de mi casa se ha enfermado, si hay quienes siguen haciendo su vida normal sin aparentes consecuencias, si no conozco a nadie que esté en el hospital, entonces quizá el Gobierno está exagerando y, después de todo, el peligro no es tan grave.

Las imágenes de cadáveres en las calles de Ecuador, las fosas comunes en Nueva York abiertas con retroexcavadoras, las plazas vacías de Roma, los cruceros de lujo errantes como barcos fantasmas en busca de un puerto que acepte recibirlos, se equiparan en la mente de algunas personas a una ciencia ficción lejana a nuestra realidad cotidiana, como si un indestructible actor de cine combatiera zombis, alienígenas o dinosaurios vueltos a la vida. Algo que nunca nos va a pasar a nosotros, sentados de forma segura frente a nuestro televisor.

Pero esas imágenes no son ciencia ficción ni el Gobierno está exagerando. Esos países están en una fase de la contingencia que nos alcanzará a nosotros, con la diferencia de que nosotros sí estamos a tiempo de evitar esas consecuencias. Igual que cuando azota un norte en Tuxpan y los de Xalapa y Veracruz sabemos que ese mismo vendaval nos tocará en pocas horas.


Así que la advertencia es cierta: si bajamos la guardia se puede salir de control la pandemia.

Es cierto que muchas y muchos tienen que salir de casa por necesidad de ganarse la vida y merecen nuestra solidaridad, pero lo es que ningún paseo en la playa o ninguna fiesta, –para los que ya habrá tiempo- vale la pena si provoca la muerte de alguien.

Estoy convencido de que debemos redoblar nuestro esfuerzo y atender a las recomendaciones del Gobierno de México y de Veracruz, encabezados por el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador Cuitláhuac García Jiménez.

No están exagerando cuando este lunes se firmó el convenio para que hospitales privados acepten pacientes –sin coronavirus- de los servicios públicos de salud en sus camas y así despejar los hospitales públicos para dedicarlos exclusivamente a la pandemia. En Veracruz, por ejemplo, ya se habla de habilitar el velódromo como hospital de campaña y se aceleró, a través del DIF y por gestión de diputadas y diputados, la entrega de 25 unidades de transporte de salud. Tampoco es ocioso que se haya habilitado el hospital de especialidades de Coatzacoalcos, para cuando el hospital regional se sature.

Vienen semanas difíciles. Sin caer en pánico, cuidémonos todas y todos. Evitemos lo evitable. *Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.

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