El asesinato ha dejado a la familia conmocionada y en busca de respuestas en un caso que, una vez más, ha puesto de relieve la violencia desenfrenada que asola zonas de México controladas por los cárteles del narcotráfico.
Durante cuatro años, Gabriel Trujillo recorrió a pie diversas partes de Estados Unidos y fue a México en busca de un arbusto con flores denominado jazmín tallo o guayabillo.
La planta, también conocida como aroma de laguna y Rosa de San Juan, entre otros nombres, es nativa de diversos climas variados de Canadá, Estados Unidos y México. Trujillo, un estudiante de doctorado de 31 años de la Universidad de California, campus Berkeley, quería saber por qué prosperaba en tantos lugares diversos, y si la evolución de la especie podría contribuir a las iniciativas de conservación y restauración del hábitat en un futuro.
La investigación fue interrumpida trágicamente la semana pasada en México, donde el padre de Trujillo dice que le dispararon siete veces. Las autoridades descubrieron su cuerpo el 22 de junio en el estado de Sonora, días después de que su prometida reportó su desaparición.
El asesinato ha dejado a la familia conmocionada y en busca de respuestas en un caso que, una vez más, ha puesto de relieve la violencia desenfrenada que asola zonas de México controladas por los cárteles del narcotráfico.
«El lugar equivocado»
Trujillo cruzó en automóvil la frontera de Arizona e ingresó a Nogales el 17 de junio. Al día siguiente habló con su padre y, un día después por la mañana, habló con su prometida, Roxanne Cruz-de Hoyos. Le contó que saldría a recolectar plantas y que más tarde volvería a su alojamiento que rentó vía Airbnb.
Cruz-de Hoyos se preocupó cuando Trujillo no contestó sus llamadas ni mensajes de texto —normalmente hablaban varias veces al día—, y sus anfitriones de Airbnb le dijeron que sus pertenencias estaban en el alojamiento pero que él no había regresado. Al día siguiente ella compró un boleto de avión y viajó a México para buscarlo.
El 22 de junio, las autoridades descubrieron su cuerpo a unos 100 kilómetros (62 millas) de su hospedaje de Airbnb. Seguía dentro de su camioneta deportiva, compartió Cruz-de Hoyos.
Lo identificó para las autoridades mexicanas mientras el padre de él se apresuraba a conseguir un vuelo desde Michigan. Los dos han recibido poca información sobre la tragedia y le están rogando a los gobiernos de Estados Unidos y México para que les den respuestas.
“Evidentemente él estaba en el lugar equivocado”, le dijo Anthony Trujillo a The Associated Press el jueves mientras aguardaba para abordar el vuelo de regreso a su casa, junto con los restos de su hijo.
La Fiscalía General del estado de Sonora declaró el jueves en un comunicado que está analizando la evidencia para determinar los hechos, las condiciones y causas de la muerte. El comunicado no dio detalles de lo que ocurrió ni calificó de homicidio la muerte de Trujillo.
Su familia le rogó que no fuera a un lugar tan peligroso: Sonora registró 518 homicidios en mayo, de acuerdo con información del gobierno federal. Pero Trujillo consideraba que el viaje era crucial para su investigación.
Sonora comparte una extensa frontera con Estados Unidos y es una ruta clave para el tráfico de drogas, en especial fentanilo, así como migrantes, dinero en efectivo y armas entre el territorio estadounidense y el estado de Sinaloa, y el cártel del mismo nombre que opera más hacia el sur.
Desde hace tiempo, Sonora ha sido territorio vital para los cárteles mexicanos, y en años recientes esas rivalidades han incrementado el nivel de violencia y a veces han dejado víctimas civiles.
Sicarios del cártel asesinaron a tres mujeres estadounidenses y a seis de sus hijos cerca de la frontera de los estados de Sonora y Chihuahua en 2019. Los estadounidenses vivían en comunidades fundadas hace décadas por una rama que se separó de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Raíces indígenas
Para Trujillo, un investigador con vínculos en Arizona, Michigan, Illinois, Nuevo México, California y territorios indígenas en México, la capacidad que tiene el jazmín tallo para sobrevivir y prosperar casi en cualquier parte debió haberle parecido familiar.
Dedicó años a estudiarlo y recolectar especímenes, con frecuencia en compañía de Cruz-de Hoyos —investigadora postdoctoral que indaga la mortandad generalizada de los árboles— en una camioneta roja grande que compraron juntos.
“Estábamos comprometidos a dedicar nuestras vidas a la conservación y la investigación ambiental», le dijo Cruz-de Hoyos a la AP. «Sentíamos que manos indígenas han cuidado de estas tierras desde tiempos inmemoriales”.
A Trujillo le atraía Sonora, y tenía esperanzas de entrar en contacto con sus raíces indígenas opata en las tierras ancestrales del grupo en la región árida y montañosa. A la larga quería aplicar su investigación para desarrollar un jardín en México y emplear el jazmín tallo en la restauración de humedales. Su viaje incluía visitar tres posibles ubicaciones para tomar la decisión final.
La pareja —que compartía raíces indígenas nahuas, grupo relacionado con la civilización azteca del centro de México— se comprometió a fusionar sus identidades y estudios científicos como parte de su futuro juntos.
Cruz-de Hoyos se había sometido a tratamientos de fertilidad en los dos últimos años, y se suponía que este viaje a México durante el verano sería el último de Trujillo antes de que la pareja empezara a intentar lograr un embarazo.
Habían comprado una casa juntos, mandado a hacer anillos de compromiso y contemplaban tener una boda oficiada por un anciano indígena para fines de año. Planeaban anunciar sus buenas noticias en agosto, cuando Trujillo regresara de su viaje.
En lugar de ello, ahora Cruz-de Hoyos honrará a Trujillo con una ceremonia de la Danza Azteca, una tradición espiritual indígena, en el Área de la Bahía de San Francisco, después de que el padre de él organice un funeral católico en Michigan el próximo mes.
«Una engrapadora»
Trujillo nació el 4 de marzo de 1992 en Arizona, y durante su infancia su familia se mudó a Michigan. Eran seis niños en una familia que incluía hijos con parejas anteriores en un vecindario en el que predominaba la gente blanca. “Éramos como la tribu Brady mexicana”, dijo su padre.
Trujillo asistió a un internado en Nuevo México durante la secundaria y estudió una licenciatura en el Lake Forest College en Illinois. Becario de la Fundación Ford, se encaminaba a concluir su doctorado en Berkeley en 2025.
“Gabe era un ecologista apasionado, biólogo de campo y activista por la diversidad de voces en la ciencia”, escribió el Departamento de Biología Integrativa de la universidad en un correo electrónico dirigido a su comunidad. “Tras esta pérdida nos enfrentamos a un mundo menos luminoso”.
Su madre, Gloria, murió de cáncer hace una década. Además de su padre y Cruz-de Hoyos, a Trujillo le sobreviven cinco hermanos, seis sobrinas y un sobrino.
Su padre cuenta que cuando Trujillo convivía con los más jóvenes de la familia, enseguida los llevaba al aire libre a buscar insectos y plantas. Con frecuencia llevaba a una de sus sobrinas a un lago en Michigan para buscar ranas. En su honor, ella le puso su nombre a una rana de peluche.
“Una caminata de 20 minutos conmigo nos llevaba una hora porque me enseñaba todas las plantas y los hongos», dijo Anthony Trujillo. «Él quería aprender todo de todo”.
Pese a años de logros académicos, a Anthony Trujillo se le quedó grabado el proyecto de primaria de su hijo: “Si fueras un objeto, ¿cómo te describirías?”
Gabriel Trujillo, en ese entonces de 8 o 9 años, escribió que sería una engrapadora.
“Todos nos preguntamos: ‘¿una engrapadora?’ Ahora como que tiene sentido», dijo su padre, con la voz entrecortada. “Sirve para mantener las cosas juntas”.
Con información de: Proceso