La crisis de los 40: ¿mito o realidad?

La crisis de los 40: ¿mito o realidad?

 

  • Analizamos la famosa crisis de los 40 desde la perspectiva del mito y de la psicología del desarrollo.

  • La crisis de los 40 ¿es para todos o solo para algunos? Explicamos lo que dicen diferentes investigaciones psicológicas.

Hace unos años sufrí la llamada crisis de los 40 pero no me compré un descapotable, ni me sometí a una operación de cirugía estética, ni cambié de pareja, ni hice cambios que tuvieran que ver con mi vida de puertas a fuera. Fue algo bastante más profundo. De hecho recuerdo que nunca viví ese momento de mi vida como una crisis ni como algo traumático, sino más bien como un proceso de evolución personal y natural.

Varios años después comprendí que ese momento sí fue una auténtica revolución que puso mi vida patas arriba y que determinó en gran medida la persona que soy hoy…me atrevo a decir que -en mi caso- mucho más que por ejemplo la adolescencia, etapa que generalmente se asocia a vivencias que marcan para siempre.

Recuerdo que cuando en ese momento de mi vida me surgía la pregunta de si estaría yo sufriendo también la famosa crisis de los 40, lo que ocurría es que eso que me estaba pasando a mi, no encajaba para nada con la idea preconcebida que tenía sobre esa crisis de mitad de la vida. Porque yo lo asociaba más bien al famoso complejo de Peter Pan.

El mito de la crisis de los 40

Mis prejuicios tenían más que ver con el mito de la crisis de los 40 que con la realidad de la crisis de los 40. El mito sobre esta etapa de la vida es el que la literatura y el cine del siglo XX han alimentado con la típica imagen que describía al principio: el padre de familia que se compra un descapotable sin venir a cuento, la pareja que se rompe porque tienen diferentes puntos de vista sobre a vida familiar, la mujer que se hace consciente de que pierde la belleza de su juventud y se infla a bótox…todas ellas, al fin y al cabo, decisiones que tienen que ver con la no aceptación del paso del tiempo, con la no aceptación del carácter impermanente de la vida.

Tal vez esta solo sea mi visión, pero lo cierto es que, hasta hace unos pocos años, en mi imaginario, la crisis de los 40 tenía cierto componente superficial y por lo tanto negativo. Reconozco que me generaba cierto rechazo.

Sin embargo, con el tiempo he aprendido que una cosa es el mito y otra muy distinta la realidad sobre la crisis de los 40 y que esta no tiene tanto que ver con un cambio visible en las cosas que hacemos sino con un cambio más sutil en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos respecto a las expectativas que teníamos cuando éramos más jóvenes.

La realidad de la crisis de los 40

En psicología, los estudios más antiguos sobre la crisis de los 40 se realizaron en los años 80 desde la perspectiva de la psicología del desarrollo. Se consideran clásicas las investigaciones de Daniel Levinson en las que el psicólogo, autor de la “teoría de la mediana edad” pone de manifiesto que los hombres de clase media, hacia los 40 años comienzan a cuestionar el curso de la vida y hacerse preguntas del tipo ¿Qué he hecho con mi vida? ¿hacia donde quiero dirigirla?… a la vez que aparece un sentimiento sobre lo efímero de nuestra existencia. De modo que, alrededor de los 40 años, empezaría una etapa en la que las personas analizan si han alcanzado las metas que se propusieron en la juventud y, de haberlas conseguido, si realmente mereció la pena el esfuerzo.

Según Levinson, todo este proceso se dividiría en tres partes diferentes:

Reevaluación del pasado. La pregunta clave es ¿qué he hecho en todos estos años? Eso desencadenaría una serie de dudas e incertidumbres en cuanto a la trayectoria personal y profesional…en este punto hay tantas posibilidades como personas: puede que unos sientan que si aún no han conseguido lo que se propusieron hace años, que ya es tarde para conseguirlo y se enfoquen en disfrutar de lo que sí tienen…puede que sientan que necesitan buscar nuevos retos más realistas y conservadores, o puede que decidan embarcarse en proyectos arriesgados para experimentar algo completamente nuevo y eso les lleve a dejarlo todo y lanzarse a nuevas aventuras.

Renegociación de los compromisos actuales. Tras reflexionar sobre el pasado, algunos deciden dejar su trabajo y emprender su propio negocio, otros deciden divorciarse, cambiar de ciudad o de país etc… En cualquier caso, el asunto en este punto es que la crisis se produce cuando hay una insatisfacción profunda con la vida tal y como es en ese momento para esa persona. Por tanto, no tiene tanto que ver con que no aceptemos que nos hacemos mayores y nos resistamos a madurar sino con hacernos un poco más conscientes de quiénes somos y qué sentido tiene nuestra vida: por tanto, la crisis de los 40 desde la perspectiva de la psicología, no es algo a priori superficial. La insatisfacción vendría acompañada del impulso para experimentar posibles vías de solución, es decir a tomar medidas al respecto, que tampoco tienen por qué ser superficiales…es más puede que no sean apreciables desde fuera.

Conseguir la transición. El objetivo sería renovarse o morir…pero renovarse no significa necesariamente un cambio radical, sino puede ser sencillamente redireccionar la trayectoria. El fin de la crisis se produciría cuando la persona siente que ha encontrado su verdadero camino.

Como vemos, la idea que subyace en la teoría de Levinson es que la crisis de los 40 emergerá cuando la persona siente que sus esperanzas se han frustrado y sus oportunidades se han perdido. Lo llamativo es que para él, esta crisis de los 40, era algo normativo, es decir; todos nosotros pasamos necesariamente por ella cuando llegamos a la mitad de la vida.

Crisis de los 40… ¿para todos?

Los estudios más contemporáneos sobre la transición de la adultez emergente (que abarca de los 20 a los 40 años) a la edad adulta, (que abarca desde los 40 a los 65 años) niegan ese carácter normativo de la crisis de los 40, es decir, niegan que todos nosotros tengamos que pasar por la crisis de los 40 al llegar a la mitad de nuestra vida.

Los estudios posteriores llevados a cabo por otros investigadores como Bernice Neugarten (1996) o George Vaillant (2002) lo que aseguran es que efectivamente alrededor de los 40 años, se producen una serie de cambios normativos que tienen que ver con el desarrollo físico de las personas (empiezan a salir canas, calvicie, menopausia, pérdida de tono muscular etc…) que se combinan con otra serie de cambios no normativos, es decir, que no nos ocurren a todos (un divorcio, la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo).

La conjunción de estos cambios, según esta perspectiva, podría precipitar la crisis de los 40 dependiendo de cómo la persona que los sufre los percibe: o como hechos normales de la vida o por el contrario como acontecimientos traumáticos.

Según esta visión (mucho más respaldada por psicólogos y psiquiatras que la de Levinson) lo que determinaría la aparición o no de la crisis de los 40 serían las estrategias de afrontamiento que cada individuo tenga respecto a los sucesos más o menos normativos que suelen ocurrir a esta edad.

El grado de profundización al que llegue la persona en esa búsqueda de soluciones, determinará el tipo de decisiones que tome

En resumen, Levinson decía que todos tenemos que pasar por la crisis de los 40 y sin embargo las investigaciones posteriores no permiten mantener la noción de crisis de los 40 para todos. En cualquier caso, el valor de la teoría de Levinson sobre la mediana edad, reside precisamente en que acaba con la visión de la crisis de los 40 como algo superficial e infantil que tendría más que ver con el complejo de Peter Pan que con la idea de crisis profunda y trascendental de mitad de la vida… que es de lo que nos habla en realidad esta crisis de los 40.

Mi propia teoría sobre este punto es que cuando una persona a determinada edad se hace ese tipo de preguntas de las que hablaba Levinson ¿Qué he hecho con mi vida hasta ahora? ¿hacia donde quiero dirigirla a partir de ahora? Puede llegar a diferentes grados de profundización dependiendo de lo familiarizado que esté con la auto-indagación, de lo que se conozca a sí misma y de la paciencia que tenga.

El grado de profundización al que llegue la persona en esa búsqueda de soluciones, determinará el tipo de decisiones que tome al respecto.

Mi opinión es que cuanto más tiempo dediquemos a reflexionar y más profundicemos sobre quiénes somos y qué necesitamos para ser felices menos superficiales y más profundos serán los cambios que finalmente hagamos en nuestra vida.

Y quizás, una de las explicaciones que haya para esa cantidad de decisiones superficiales ante la crisis de los 40 que vemos hoy día (divorcios, consumismo exagerado, culto al cuerpo etc.) sea precisamente que en la era de la multitarea y del hacer, hacer, hacer…no está muy valorado el hecho de parar, profundizar y tomarse un tiempo para reflexionar sobre uno mismo.

FUENTE/NIUS

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