Las Quimeras del Reportero

Es seguro que esté equivocado, pero no encuentro a muchos reporteros que sean capaces de transgredir ese estricto deber de “informar” y dejar a un lado la entrevista de todos los días con el político, con el funcionario, sea en el el ayuntamiento, congreso, Palacio de Gobierno o en el café. Pocos son los que se atreven a buscar la noticia fuera de estos escenarios y pocos son los que se atreven a ser auténticos lobos solitarios de la información.

Qué gusto es encontrar una crónica, un reportaje, una entrevista que sea capaz de transportar, de crear en la lectura figuras, paisajes, personajes. Viajar a lugares que nunca se han pisado; oler esa tortilla quemada, la manteca, sentir el calor de la cocina; o de repente, ser un alpinista al que un perro de nombre “Citla”, guía a un refugio en el Pico de Orizaba.

Sí, de seguro debo estar equivocado, pero ése es el reportero que cualquier Editor bien nacido espera por la tarde, que lo sorprenda con una historia, o mejor aún, que lo transporte a la noticia.

II

Me pide que deje de escribir, de editar, de trabajar… quiere leerme. Dejo el teclado y sucede lo extraordinario: Brenda se transforma a cada palabra. Su belleza se llena de surcos en la cara. Su voz me suena a veces desagradable, por lo cruda de su oración. La casa dejó de ser tal para convertirse en un cementerio. Brenda ya no es ella… ahora es “El abuelo de los olvidados”: “Si lloras es por lo mal que te portaste con tu padre, con tu madre, con tu hijo (…), con tu mamá, es lo que lloras, no lloras porque se murió, al contrario, si tienes tres viejas, se te muere una, pues apenas te da gusto…”.

“El abuelo de los olvidados” es una de las tantas historias que nos comparte Edgar Ávila Pérez en “Pequeñas Quimeras. Crónicas y Entrevistas Periodísticas”.

Doy gracias a dios que Brenda no me leyó “Satanás, el león rugiendo” que habla de los exorcismos en Puente Jula… no quiero imaginarlo.

III

En mi cabeza suena una canción. Se llama “Guanábana y piña”. Por favor, si usted es maestro o maestra, búsquela; vamos, Uriel Flores Aguayo y Jorge Flores Lara, funcionarios de Educación en estos días, les ruego por favor igual la escuchen. Si no es maestro, pero tiene hijos, sobrinos o nietos, póngala en Youtube, le aseguro que se enamorará de esta canción autoría de Enrique D’Flon Kuhn, personaje que aparece en “El embrujo africano infantil”. ¡Y es que es eso! Edgar Ávila con sus “Quimeras” nos deja incrédulos, que nos obliga a buscar qué tan cierto es que Enrique D’Flon pueda ser considerado un “Cri Cri” del siglo XXI. Sí, después de escucharla, uno se pone a pensar en qué pasaría si en las escuelas se educara con estas canciones… Y “Guanábana y piña” no deja de sonar en mi cabeza.

IV

Viajo a Papantla y venzo mi vértigo. Un tambor y una flauta que son los truenos y el canto de las aves. Soy el Caporal y también el volador que desciende en cuerpo de mujer… en Jacinta. Cuando me doy cuenta estoy en Cuetzalan, Puebla… pero el aroma de “La rebelión de las mujeres de humo” me devuelve al Tajín. ¡Infame reportero que retomando las palabras de Martha Soledad Gómez Atzin, hace que mis tripas gruñan de hambre! ¡Una sopa de flor de izote! ¡unos quelites en chilponzontle! ¡o una gallina en caldo ranchero! ¡todo con tortillas a mano recién hechas!

Soy negro de Yanga, pero también tengo la piel quemada por la sal de Alvarado; me agendo volver a leer a Sergio Pitol y a darle una nueva oportunidad a José Luis Rivas, en aras de no esperar 150 años para leer sus versos… no oigo Jazz por moda, pero me gusta escuchar al músico que de repente inventa en un momento de éxtasis, que sólo la pasión negra en el corazón es capaz de lograr… y vuelvo entonces a ser negro, de Yanga, que no de Cuitláhuac, para evitar malas interpretaciones.

“Pequeñas Quimeras” me da eso. Ser músico, sepulturero, embalsamador, tener el bastón de mando y también su sabiduría… amar a la mujer, a la cocinera, a la rebelde, a la patrona, a la voladora, a la que no le teme a la muerte…

V

“Pequeñas Quimeras” no es el sueño de Edgar Ávila Pérez, corresponsal de El Universal en Veracruz, Puebla y Tamaulipas… no, “Pequeñas Quimeras” es el sueño que muchos editores quisieran ver en sus páginas, en sus primeras planas y que permitieran acercar a los lectores a un periodismo ajeno a rencillas, rencores, frustraciones… un periodismo en positivo que permita conocer que más allá de nuestros políticos de siempre, también hay historias que contar…

Este miércoles, en el Centro Recreativo Xalapeño, en punto de las 18 horas, Edgar Ávila ha de presentar sus “Pequeñas Quimeras”… venga y entienda el porqué insisto en que este Reportero rompe con el estricto deber de “informar” con palabras frías y nos permite en la crónica o la entrevista, ser paisaje, ser personaje y vivir sus historias.

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