Diputadas y diputados del Congreso del Estado, sostuvimos hoy la que muy probablemente –nunca se sabe- será la última sesión del año 2020. Aunque el trabajo no se detiene nunca, lo cierto es que estamos a unas horas de hacer una breve pausa para reunirnos alrededor de uno de los más importantes festejos de la cristiandad.
Por eso, quise dedicar esta columna a desearles, a todas y todos, una feliz Navidad, en la que el sentimiento que predomine, porque nos hace muchísima falta, sea la esperanza.
Ya sé que todos los años invocamos a la esperanza, pero estarán de acuerdo que este 2020 la necesitamos más que nunca, porque este año nos tocó vivir cosas únicas en nuestra historia.
La pandemia del Covid que azota a todos los países del mundo nos ha obligado a cambiar los quehaceres fundamentales en nuestras vidas: cambió nuestros trabajos y nuestros estudios. Cambio la forma en que muchas personas sacan adelante sus negocios. En el Congreso, nos obligó a modificar la Ley Orgánica y nuestro Reglamento Interior para cambiar la forma en que sesionamos, con diputadas y diputados conectados de forma telemática.
La pandemia cambió también la manera de vivir nuestros duelos y de despedir a la gente querida que lamentablemente nos dejó.
Cambió nuestros festejos. Ya lo vimos: el Grito de Independencia, el Día de Muertos, la celebración de la Virgen de Guadalupe. Tan fiesteros que somos en Veracruz y miren: resulta que no podemos reunirnos, ni bailar, ni abrazarnos para gozar la vida como acostumbramos.
En efecto, el Covid cambió las formas, pero no pudo cambiar nuestras esencias, ni los fondos, ni los espíritus que nos animan, ni los sentimientos que abrigamos, tanto los tristes, como los alegres.