
El Nobel de medicina 2025 fue para el estudio de la tolerancia inmunitaria periférica, clave para mantener bajo control el sistema inmunológico humano.

La frase clave “¿cómo se mantiene bajo control el sistema inmunológico?”, no es solo una duda existencial para millones de pacientes con enfermedades autoinmunes; este año, se convirtió en el detonante de la investigación ganadora del Premio Nobel de Medicina 2025.
Mary E. Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi recibieron el galardón por su revolucionaria investigación sobre la tolerancia inmunitaria periférica, un mecanismo vital que impide que nuestro propio sistema inmunológico nos ataque. El anuncio fue realizado por el Comité Nobel del Instituto Karolinska.
El sistema inmune es, sin duda, uno de los logros más impresionantes de la evolución. Cada día nos defiende de virus, bacterias y células tumorales. Pero esta maquinaria de defensa puede ser peligrosa si no sabe distinguir al enemigo del anfitrión.
La clave está en su capacidad para diferenciar lo propio de lo ajeno. Aquí entra el concepto de tolerancia inmunitaria: el proceso por el cual el sistema inmune evita reaccionar contra los tejidos del propio cuerpo. Esta tolerancia puede ser “central” —ocurre durante la maduración de los linfocitos en el timo— o “periférica”, que actúa como una segunda línea de defensa si alguna célula autoreactiva escapa.
Durante años, la existencia de un tipo especial de célula T encargada de suprimir respuestas autoinmunes fue vista con escepticismo. Pero Shimon Sakaguchi no se dejó intimidar. A inicios de los 80, sus experimentos con ratones sin timo mostraron que algunas células inmunes evitaban el caos autoinmune. Esas células eran las T reguladoras (Treg).
Sakaguchi las identificó mediante la proteína CD25, y posteriormente, junto a los hallazgos de Ramsdell y Brunkow, se identificó el gen maestro FOXP3, esencial para su desarrollo y función.
Las Treg se convirtieron en el foco de una revolución conceptual: eran las encargadas de mantener a raya al sistema inmunológico cuando comenzaba a atacar células propias. Su ausencia o mal funcionamiento se asoció rápidamente con enfermedades como lupus, diabetes tipo 1, esclerosis múltiple, e incluso alergias graves.
Mientras Sakaguchi descubría a los guardianes, Brunkow y Ramsdell explicaban cómo funcionaban. Ambos investigadores observaron que mutaciones en el gen FOXP3 provocaban un síndrome inmune letal llamado IPEX, donde el sistema inmunológico ataca sin control.
Este hallazgo fue definitivo. FOXP3 no solo era necesario para el desarrollo de las Treg, sino que era el interruptor que las convertía en reguladoras funcionales.
Así, la tolerancia inmunitaria periférica dejó de ser una idea vaga y se convirtió en un sistema bien caracterizado, con componentes celulares, genéticos y clínicos identificables.
¿Qué aplicaciones clínicas tiene este descubrimiento?
Enfermedades autoinmunes y terapias personalizadas
El conocimiento de cómo el cuerpo regula su propia inmunidad abrió la puerta a tratamientos inmunológicos más específicos. Hoy se desarrollan terapias basadas en el refuerzo o transferencia de células Treg para tratar enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide o el lupus eritematoso sistémico.
Cáncer: ¿una tolerancia que juega en contra?
Curiosamente, el mismo sistema que evita la autoinmunidad puede facilitar el cáncer. Algunas células tumorales “engañan” al cuerpo activando las Treg para que supriman la respuesta inmune contra ellas. Por ello, ciertos tratamientos actuales buscan bloquear o eliminar Treg en el microambiente tumoral.
Trasplantes de órganos y células madre
La tolerancia inmunitaria periférica también tiene un papel crucial en los trasplantes. Al promover o inducir Treg, se puede evitar el rechazo sin necesidad de inmunosupresores agresivos. Ensayos clínicos ya están en curso en varios países.
El Premio Nobel de medicina 2025 no solo reconoce un avance científico, sino que también deja una metáfora clara: incluso nuestras defensas más potentes necesitan reglas y moderación. La inmunidad desbocada puede ser tan letal como la ausencia de ella. Y en ese equilibrio precario entre defensa y autodestrucción, tres investigadores pusieron nombre, cara y mecanismo a los centinelas que mantienen la paz interior.
Con información de: Excelsior


