Houston despide al hombre convertido en icono global de la brutalidad policial contra los negros. Será enterrado este martes.
El cuerpo de George Floyd llegó este lunes a la iglesia the Fountain of Praise, en Houston, en un ataúd dorado. Centenares de personas habían formado una fila para asistir a la capilla ardiente que duraría todo el día, muchos ataviados con camisetas con su rostro y sus ya icónicas últimas palabras: “No puedo respirar”. Es el mismo lema que se veía en Minneapolis, a los pocos días de morir, en las concentraciones de protesta. Este lunes, cuando se cumplen dos semanas de la brutal detención policial en la que este hombre negro perdió la vida, proliferaba, sin embargo, un mensaje adaptado: “Respira y vota”.
Uno de los que portaba ese cartel era Nehemia Tekleab, un chico afroamericano de 21 años que no dudaba de que el caso Floyd era un punto de inflexión. Tampoco, que la ola de protestas que las grandes ciudades estadounidenses están viviendo desde hace casi 15 días, y que ha traspasado fronteras, se va a reflejar en las urnas en las elecciones presidenciales de noviembre, en las que una participación masiva de votantes afroamericanos serían malas noticias para el presidente republicano, Donald Trump. “Esto es un punto de inflexión, no lo dudo en absoluto, el martes pasado 60.000 personas se concentraron en el centro de la ciudad, y todo esto que hay aquí me hace pensar que las cosas van a cambiar, la gente se está preguntando cómo puede la policía concentrar todo este poder, y la gente va a pensar más en una justicia centrada en la rehabilitación, menos en su aspecto punitivo”, explicaba.
En Floyd, dice, ve a quien podría ser su padre, o algunos de sus tíos. En Barack Obama, que se convirtió en presidente de Estados Unidos cuando él no tenía más de nueve años, ve “un presidente, no el presidente perfecto, un presidente”. “Cuando era pequeño me impactó, pero conforme crecí, lo vi como un político, sin más”, añade. Cuando uno pregunta a muchos jóvenes negros en este tipo de concentraciones, expresan una admiración por el exmandatario demócrata muy diferente de la de sus adultos. Son más críticos, menos entregados. En cierto modo, demuestra que han normalizado esa presidencia lo suficiente como para ir más allá de su simbolismo histórico.
A las 12 de mediodía se abren las puertas para entrar a ver a Floyd. Cae un sol de justicia en esta ciudad texana, la temperatura supera los 30 grados centígrados y los voluntarios no dan a basto a repartir botellas de agua fría. Dos ambulancias aguardan ante posibles emergencias, los asistentes se protegen como pueden con sombrillas y abanicos con el rostro del fallecido. Y aun así, de repente alguien saca energía de algún sitio y se arranca a cantar Lean on me (Apóyate en mí) , una especie de himno sentimental de Bill Withers, de 1972. Al momento, logra que buena parte de la fila se le una: “Apóyate en mí, cuando no seas fuerte, y seré tu amigo, te ayudaré a salir adelante, no será por mucho tiempo, será hasta que yo necesite a alguien en quien apoyarme”, cantan con palmas.
El exvicepresidente y candidato presidencial Joe Biden tenía previsto visitar a la familia del difunto este lunes. Janira Hoper, de 14 años, no estaba muy al tanto y no le daba más importancia. “Creo que cada generación tiene un punto de inflexión y este va a ser el nuestro”, decía, sin echar de menos a ningún político allí.
George Floyd murió en Minneapolis (Estado de Minnesota), a donde se había mudado los últimos años, y nació en Carolina del Norte, pero vivió la mayor parte de su vida en Houston, donde residen su familia y donde este martes, según la prensa local, será enterrado junto a su madre.