Señor diputado…

Señor diputado…

Siempre soñó con que le llamaran así… “Señor diputado”.
Incluso cuando ganó la elección nunca pensó en la responsabilidad que eso conllevaba.
Tan solo el ser nombrado Diputado hizo que pensara en todo el poder que obtendría con esa posición: dinero, autos, mujeres, viajes, gastos pagados, relaciones personales, canonjías, y sobre todo poder, mucho poder, para hacer y deshacer a su antojo.
Poco tiempo pasó para que al sentarse en su curul, se olvidara de los que votaron por usted en la urna. Hombres y mujeres que confiamos en su palabra, en esas frases que salen en campaña porque está emocionado, extasiado y que prometen la luna y las estrellas a un pueblo que tiene hambre y sed.
De hecho, dejó de recorrer su distrito porque los ciudadanos le recordaban sus promesas de campaña incumplidas; a cambio, visitaba restaurantes de lujo donde invitaba a sus cuates con gastos pagados a nombre del Congreso del Estado de Veracruz.
De los escritos y las llamadas que le llegaban como petición ciudadana para interceder en algún caso, volvió a comprometer su palabra una y otra vez; sin embargo, sólo retomó el asunto si le dejaba algún beneficio o un “moche”; de lo contario, se hacía de la vista gorda o de oídos sordos.
Lo increíble es cómo fue transformándose, pues de llegar al Recinto Legislativo con ropa cotidiana, la cambió por alguna marca y hasta largas sesiones en el salón de belleza para alaciarse y peinarse el cabello, pues tenía que estar presentable para emitir su voto. ¡Como si su bella apariencia fuera el reflejo de su voto emitido!
Poco a poco se sentó a sus anchas en esa curul que mi voto le dio y empezó a ver signos de pesos… vendió su voto al mejor postor.
Aún recuerdo cuando votó para endeudarme más, para que, según usted, el reestructurar la deuda de todos los veracruzanos iba a ser un beneficio. ¡Un beneficio para su familia! porque la mía está peor; ahora debo más y ni veo lo que compré. Ni siquiera hay obras de las que pueda presumir y decir: “¡caray, me endeudé, pero valió la pena!”
¿Dónde quedó el dinero? Ésa es la pregunta que millones de veracruzanos nos hacemos cuando vemos que se le debe a la Universidad Veracruzana, a los pensionados, empresarios, proveedores y hasta a los mismos empleados.
Ojalá pudiera responder esa pregunta o al menos hacer su papel de mi representante popular y mediante la ley en la mano, exigir mis derechos. Porque le recuerdo que al llegar a su puesto, usted hizo un juramento. ¿Dónde quedó el guardar la Constitución y las leyes que de ella emanan?
Pero no, ahora se amafia al poder. No importa si es usted de oposición. También le entra a cubrir las espaldas de todos… menos del pueblo.
Es indignante ver cómo para defender su poder mal habido, recurra a los grupos más vulnerables para que lo protejan, siendo mujeres, niños y campesinos que a través de unas cuantas monedas, dan la cara por usted y hasta se despojan de sus vestiduras sin importarles su dignidad.
¿Hasta dónde ha llegado? ¿Hasta dónde ha envilecido a las personas que lo siguen y que confían ciegamente en usted?
Por eso, el pueblo como yo, estamos hartos de diputados como usted, que sólo sirven para levantar el dedo por leyes e iniciativas que muchas de las veces no tiene usted idea de qué tratan, tan solo sus asesores le sintetizan para ponérsela en charola de plata. Y así, usted se vende al mejor postor, no importándole nada, tan solo su beneficio personal.
Pero hoy es su gran día. Hoy tiene usted la oportunidad de reivindicarse con los que le dieron su voto y su respaldo, así como evitar pasar a la historia como el peor diputado local. Recuerde que usted es nuestro representante popular y tiene el poder de decidir nuestros destinos.
Hágale caso a su conciencia y vote por el bien de Veracruz.
 
Una ciudadana que aún tiene esperanza.

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