Los médicos pensaron que podía tratarse de un coágulo en la pierna, algo probable tras estar sentado en espacios pequeños durante tanto tiempo.
En septiembre de 2019, Frank bajó de un avión procedente de Inglaterra y fue directo a la sala de urgencias del hospital St. Joseph’s porque le dolía la pierna derecha y la tenía hinchada. Tanto él como los médicos pensaron que podía tratarse de un coágulo, algo probable tras estar sentado en espacios pequeños durante tanto tiempo. La ecografía no mostró nada y lo enviaron a casa.
Los síntomas persistieron, así que Frank volvió a urgencias a las tres semanas. De nuevo, nada parecía estar mal en su pierna. A finales de octubre regresó: su rodilla derecha estaba roja, hinchada y caliente al tacto. Lo internaron, le diagnosticaron celulitis, una infección dérmica bacteriana, y le recetaron antibióticos de amplio espectro. A los dos días fue dado de alta.
Tres meses después de que aparecieran los primeros síntomas, se le volvió a inflamar la pierna. Se sentía aletargado y le costaba caminar. También le salieron moretones en la parte trasera de las piernas. Los médicos usaron una jeringa para extraerle lo que pensaron sería líquido, señal de la infección, pero era sangre. Los galenos no lograban llegar a un diagnóstico lógico.
El paciente presentaba anemia leve y pequeñas manchas de sangre en las piernas, lo que implicaba que estaba sangrando; no obstante, una enfermedad hemorrágica solo podría provocar o sangrado profundo o superficial, pero no ambos a la vez.
“Sus síntomas no encajaban”, afirma el médico John Neary, residente en ese entonces. “Le dije a mi mentor que podría ser escorbuto”.
Desestimó la sugerencia, aunque al examinar al paciente se dieron cuenta de que la petequia aparecía alrededor de los folículos pilosos y de que el vello de las piernas se había rizado y adquirido forma de sacacorchos, ambos síntomas de fragilidad capilar. Entonces, el diagnóstico de Neary pareció plausible.
El escorbuto es provocado por una deficiencia grave de vitamina C, que es esencial para mantener la integridad de la piel, el tejido conjuntivo, los huesos, las encías y las paredes de los vasos sanguíneos. La enfermedad, común durante los viajes en barco del siglo XVII, sigue afectando a personas mayores, anoréxicas, alcohólicas y de escasos recursos que no pueden permitirse o no tienen fácil acceso a fruta y verdura frescas.
Neary y su profesor hablaron con Frank de sus hábitos diarios. “Descubrimos que comía lo mismo todos los días: alimentos precocinados”. Eso los convenció de que el escorbuto era el diagnóstico correcto.
Los médicos jamás habían diagnosticado la afección. Se enteraron de que se necesita un análisis de sangre para comprobar los niveles de vitamina C y que los resultados pueden tardar hasta tres semanas.
En vez de esperar, recetaron un complemento de vitamina C de 500 miligramos. Dos días después, los moretones desaparecieron y la inflamación de la rodilla se redujo. Al tercer día podía caminar bien y volvió a casa.
Los resultados de los análisis demostraron que los índices de vitamina C de Frank estaban por debajo de lo que podía detectar el laboratorio. Si no se trata, el escorbuto puede provocar ictericia, edemas (inflamación provocada por la acumulación de líquido), dolor en las articulaciones, moretones, sangrado de encías y hasta cardiopatías letales.
Las dolencias de Frank habían mejorado durante su primera estancia en el hospital no por los medicamentos, sino por la comida. “Es difícil contraer escorbuto porque tienes que eliminar por completo los productos frescos de la dieta”, afirma Neary, aunque se ha encontrado con otros seis casos desde entonces.
Frank se recuperó completamente y adoptó una dieta más variada y saludable, pero también toma un complejo multivitamínico y un complemento de vitamina C todos los días, para no correr riesgos.