No sé si fue reclamo o queja… o quizás desahogo, pero me hizo sentir mal y dudé, dudé de meses atrás cuando tomé una decisión. Regresé a esa mañana en que se me acercó y me dijo que quería contarme algo para que sacara una nota en el periódico… ¿quién le dijo que escribía? bueno, realmente eso no me importó, más por el tono de voz que escuchaba que me pedía eso, precisamente eso: que la escuchara. Cuando salieron sus primeras palabras, me dejó helado: Temía que sus hijos hubieran sido abusados por su maestro.
II
¿Por qué lo temía?
Padres de familia habían platicado con sus hijos pues algunos ya no deseaban tener actividad física. Hablamos de jóvenes de entre 12 a 15 años. ¿Qué ocurría? La historia es la siguiente, una especie de “Bienvenida” al equipo, al grupo:
El joven se acuesta con los ojos vendados y no tiene que moverse. Entonces, es acariciado en sus genitales hasta masturbarle. El asunto es no moverse, no quitarse la venda. Por supuesto, el experimentar a esa edad tal sensación tuvo en algunos alumnos algo agradable, pero en otros, generó miedo. Ésos ya no regresaron.
La maldad estriba en el taparle los ojos. No hay señalamiento. No hay a quien culpar. No hay una figura.
III
Ahí entonces es que le dije a esa mujer que mejor denunciaran, que procedieran ante la Fiscalía contra ese “Maestro”. De acuerdo a lo que me dijo esta madre preocupada, se reunió con dos o tres familias y se dirigieron a presentar la denuncia. Fueron atendidos, se escuchó a los jóvenes y la historia que arriba cito, me dijo esa señora que simplemente se quedó corta…
Ahora, sólo restaba que la Justicia fuera pronta y expedita y el largo brazo de la ley actuara… sentí que había cumplido, que había hecho lo correcto y listo… hasta ayer… hasta ayer que iba caminando y me la encontré de frente.
IV
“¡Lo acabo de ver!, pasaba por la escuela y lo vi… hace como que los abraza pero los agarra de sus partes; ¡y luego los abraza para disimular!”
Estaba molesta, enojada, no sé si conmigo, y si no lo estuviera, sentí como si así fuera.
Sus hijos, me dice, se salieron. Uno de ellos de plano ya no le interesa hacer ejercicio. El otro, dice, bajó su rendimiento escolar. Los llevó a terapia y de acuerdo a lo platicado con la especialista, afortunadamente no hubo agresión para con ellos, pero es evidente que de un modo u otro fueron testigos.
¿Su nombre? ¿Su escuela? ganas no faltan por publicarlos. Trato de explicar a la señora del Nuevo Sistema Penal Acusatorio, donde se protegen los derechos del acusado, su privacidad y la presunción de su inocencia y me entiende, aunque no comprende el porqué la Fiscalía no actúa; no obstante, me hace sentir un dejo de culpa porque aún puedo ver su cara, no sé si reclamando o quejándose mientras me dice, con lágrimas en los ojos: “¡Lo acabo de ver! ¡los agarra de sus partes! ¿qué esperan para detenerlo?”