¿No oyes ladrar los perros?

¿No oyes ladrar los perros?

—TÚ QUE VAS allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.
Miles de spots en radio y televisión, cientos de notas, comentarios, fotografías y libelos en medios impresos, millones de correos electrónicos con versiones deformadas a favor y en contra de los contendientes; textos, infografías y videos compartidos en las redes sociales (la Babel de nuestros tiempos), exasperantes jornadas de perifoneo en colonias y rancherías que a más de uno puso los pelos de punta, visitas inesperadas de sonrientes y amables personajes acompañados de una estela de solícitos seguidores.
¡Todo ello ha terminado a las 00:00 horas del jueves 2 de junio! Como en el cuento “¿No oyes ladrar los perros?” de Juan Rulfo, en su libro El llano en llamas, en estos días caminaremos cargando el pesado fardo de tantos candidatos agobiados por el riesgo de la derrota o la incertidumbre de un triunfo que puede ser anulado.
El silencio electoral, que debe servirnos para normar el sentido del voto que depositaremos en las urnas el domingo 5 de junio (sin que ya nada nos distraiga), se ha instaurado. La ley electoral nos ha devuelto una calma pasajera, perturbada durante tres meses por la más sucia de las contiendas comiciales en la historia de Veracruz, la más desencarnada, cínica, aberrante batalla de mierda en que cada uno de los principales contendientes concursó por ser el que más duro tundía al adversario.
Son, también, los comicios con mayor participación de candidatos a Gobernador del Estado (siete, en total), respaldados por 9 partidos nacionales (PAN, PRI, PRD, PVEM, MC, Morena, PT, PES y Panal) y dos estatales (AVE y Cardenista). Más de 5 millones de ciudadanos registrados en el padrón electoral podríamos constituir la población de un nuevo país y, sin embargo, se espera que solo un 50 a 55 por ciento acuda a emitir el voto.
Una elección realmente complicada en que no hay nada para nadie, aunque hay tres punteros y solo la mejor maquinaria electoral de partido le podrá dar el triunfo a uno o a otro, si bien hay riesgo de que la batalla postelectoral se recrudezca y hasta llegue a la anulación de esta cara y horrorosa elección.
Entre martes y miércoles, tres periódicos nacionales publicaron sus últimos ejercicios de consulta demoscópica: Excélsior, Reforma y El Universal. Y los resultados de las encuestas de los tres coinciden en que hay un empate literal pero no entre dos candidatos como se repetía, entre Miguel Ángel Yunes Linares (PAN-PRD) y Héctor Yunes Landa (PRI), sino además con Cuitláhuac García Jiménez, de Morena, lo que plantea un claro panorama de tercios.
En efecto, Excélsior observa un triple empate a 31 por ciento por cabeza entre los mencionados candidatos; El Universal observa prácticamente lo mismo, aunque con la diferencia de que Cuitláhuac ostentaría un punto porcentual arriba (MAYL, 31 %; HYL, 31 %, y CGJ, 32 %).  Finalmente, Reforma observa arriba a Miguel Ángel (31.7 %), seguido del priista Héctor Yunes (30.8 %) y en tercer sitio a Cuitláhuac (29.6 %), quien ha logrado la mejor cosecha de simpatía electoral, frente al descenso de los primos Yunes. Es cierto que Reforma, a la pregunta de quién cree que va a ganar la elección, le otorga una importante ventaja al priista (35 por ciento), frente a Miguel Ángel Yunes (25 %) y Cuitláhuac (14 %).
 
Una guerra con muchos generales y coroneles
 
No solo elegiremos a un Gobernador sino también a 50 diputados locales (30 por el principio de mayoría relativa y 20 por representación proporcional), que estarán en sus puestos solo dos años, gracias a esa escaramuza ideada por la Fidelidad para inhibir la participación de los Yunes, bajo el pretexto de hacer coincidir al menos una elección con algún proceso electoral federal.
En efecto, hemos tenido comicios casi cada año (los tuvimos en 2015 para diputados federales; en 2016 volveremos a las urnas para Gobernador y Congreso local; en 2017 elegiremos presidentes municipales; en 2018, además de Presidente de la República, Senadores y diputados federales, elegiremos a un Gobernador de seis años y a diputados locales de tres).
Pero la jugada no salió como la pensaban y he ahí que los dos Yunes (Miguel Ángel y Héctor) sí se la jugaron para la gubernatura de dos años, y gane quien gane, incluso si es Cuitláhuac, de Morena, no le irá bien a la Fidelidad ni a sus representantes, si bien se mencionó mucho que el de Morena sería la carta del gobernador Javier Duarte de Ochoa para salvar el pellejo y por ello le habría dado todo el apoyo financiero que le escamoteó al candidato de su partido, Héctor Yunes Landa.
Para dar idea del ruido electoral que hemos debido soportar, baste decir que además de los spots de tantos candidatos a Gobernador y los partidos que los respaldan, nos hemos debido soplar el de los candidatos a diputados locales. Para competir en los comicios de los 30 distritos locales electorales, todos los partidos han lanzado a sus abanderados, independientemente de si en la elección de Gobernador fueron en alianza o no, y además se agregaron los candidatos independientes.
Solo para completar la jugosa nómina de diputados locales por el principio de mayoría relativa, están registrados ante el Órgano Público Local Electoral (OPLE) ¡510 candidatos de partido!, incluidos propietarios y suplentes, de los que solo 30 tendrán boleto al paraíso político y económico llamado Congreso del Estado; a ellos se agregan 12 candidatos ciudadanos, un eufemismo que, en muchos casos, engloba a aquellos que no lograron que algún partido los lanzara como propios, porque de independientes absolutamente nada.
A ellos agregue los que han sido incluidos en las listas de los partidos para obtener alguna de las 20 diputaciones por el principio de representación proporcional, conocidos como plurinominales, que se repartirán según complicados mecanismos de índole jurídico-matemática.
 
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